Si algo ha demostrado la matanza de Gaza, la invasión de Ucrania o conflictos olvidados como el de Sudán, es que el derecho humanitario internacional está herido de muerte.
Los hospitales en zonas de conflicto siguen siendo blancos predilectos de los bombardeos indiscriminados de las fuerzas militares. La resolución 2286 del Consejo de seguridad de Naciones Unidas, redactada hace ya 10 años, obligó a los Estados a poner fin a ese tipo de ataque selectivos contra centros sanitarios, como el que sufrió Médicos Sin Fronteras en Kunduz en 2015.
Aquel bombardeo estadounidense acabó con la vida de 42 personas, en el que ha sido el peor ataque sufrido por MSF en toda su historia.
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